sábado, octubre 9

Capítulo 2

Me he despertado hace una hora y aquí estoy, en mi cama. Bueno, si es que se le puede llamar así. Son dos hierros con un ''colchón''. Aunque la verdad, tampoco se si puedo llamar a eso colchón. Pues así ha sido durante 10 años. Diez años son los que llevo aquí encerrada. No me acuerdo muy bien como acabé aquí. Solo recuerdo que despues de una discusión muy fuerte entre mis padres mi madre se volvió loca y me encerró aquí. Mi padre se fue de casa y no ha vuelto a venir. No ha venido a por mi. No se ha interesado por mi. Ya nada. Desde aquel día no he vuelto a hablar con mi madre. Nisiquiera la he visto. Hay una pequeña rendija en la puerta atraves la cual me pasa la comida y el agua pero ya está. Como mucho habré visto sus manos, pero eso es todo. También tiré la toalla rogandole que me dejara salir de allí. Cuando era mas pequeña me asustaba la oscuridad pero eso a ella no le importaba. Ahora ya me he acostumbrado a esta rutina diaria de levantarme, comer y dormirme. Nunca me ha dicho nada. Nunca me ha pedido perdón. Y no he vuelto tampoco a saber nada de ella. No entiendo que razones pueden llevar a un madre a hacer algo así. A encerrar a su hija como si fuera un animal. He pasado mi adolescencia y parte de mi infancia aquí. Entre estas cuatro paredes. No tengo amigos. Y obviamente no he ido al instituto.

***

Suena la puerta. Se abre la rendija y entra la comida acompañada de un vaso de agua. Gracias mamá, piensa para si misma. Pero gracias, ¿por qué?. Por tenerme aquí. Por no dejarme vivir. Por no dejarme ser libre. Por haberme cortado las alas de esa manera. Pero bueno, gracias por lo menos por no dejar que me muera de hambre. Si. Algo es algo. Eso esta claro. Tiene solo un cuarto de hora para comerse la comida. Si antes de un cuarto de hora no se la ha comido y no ha dejado el plato debajo de la rendija, no tendrá su premio. Resulta ironico pero si. Tiene premio. Si se porta bien y hace caso, su madre le levanta la persiana de la ventana por afuera para que pueda asomarse. Para que por lo menos pueda ver que se está perdiendo. Aunque la verdad, ahora que lo piensa, no sabe muy bien si eso es un premio o un castigo. Imagino que le dolerá ver todo lo que podria haber echo y no está haciendo. Pero a estas alturas, se conforma con lo que sea. Se conforma con tener aire para respirar. Y comida con la que sobrevivir. Se vuelve a abrir la rendija. Entra una mano. La mano de su madre. Agarra el plato y el vaso y los saca de la habitación. Un dia más. Una comida más. Es todo siempre tan repetitivo. Pero da las gracias por seguir viva. Si. Gracias.


***

No tengo reloj. De modo que nunca se que hora es. Ni cuando ha pasado un día. No se a que hora me acuesto ni a cual me levanto. Vivo immersa en la incertidumbre y a veces hace que me vuelva loca. Pero tampoco tengo nada que hacer aquí dentro. Lo unico que puedo anhelar es la ventana. Es lo único en toda la habitación que me comunica con el exterior. Y tampoco es que me comunique del todo porque la ventana nunca se ha abierto. Esta hermeticamente cerrada. Ya se encargó mi madre de ello. Y en invierno es una autentica molestia porque siempre se empaña la ventana. Me acerco tanto para ver bien que alfinal no consigo ver nada. Sin embargo, nunca he pensado que la vida es dura. Por lo menos aquí dentro no se pueden crear problemas. Como mucho puede enfadarme conmigo misma. Con mis pensamientos. Que ademas es lo unico que escucho. Mi voz. La voz de mi madre hace mucho que no la escucho. Pero estoy bien. O eso creo. Cualquier otra persona se habria vuelto loca en mi situación. Se habrian imaginado un amigo imaginario. Y de momento no lo he echo, por lo que se puede decir que estoy cuerda. Creo que se dice así. Si. Cuerda. Me sobra. Me basta.

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