martes, agosto 31

Carta 4

El otro día fue la primera vez que lloré por ti. Me sentí rara. Recordé todos los momentos que vivimos. Recordé como poco a poco te convertiste en mas que un novio, un hermano. Perdoname por hacerme creer que no te quería o que por fin te logré olvidar, tal y como aseguraba Mamá. Pero no. Necesitaria mucho tiempo para olvidar el sabor de tus labios, el olor de tus caricias, el efecto que hacian sobre mi tus palabras, y tu existencia en si. Se que ahora no puedo cambiar ni volver al pasado, ni tener la oportunidad de estar allí al lado de la cama rogandote que no te vayas, gritando desesperadamente que vuelvas a abrir los ojos que un dia decidiste cerrar. Y tambien se que es imposible que vuelva a verte. O tenerte. Duele. Eso es lo que mas duele. Recuerdo. Tu recuerdo no me alivia. Me hiere. Perdoname de nuevo. El curso de la vida sigue y yo debo seguir tambien. Dicien que la vida son dos dias. Y yo voy a necesitar mas de dos para hacerme a la idea de todo esto y adaptarme... Adaptarme a estar sin ti. La verdad es que necesito mas de dos putos dias para olvidarte. Dos días y noches. Muchas noches. Necesito más. Lo siento pero hoy no me salen las palabras. Hoy.... Hoy no quiero seguir adelante. Carezco de fuerzas. A penas tengo energía para seguir tecleando. Poco a poco dejo de hacerlo...



Posdata: Recuerda. Acumula pedazos de mi.



Siempre tuya.
Charlotte.

lunes, agosto 30

Carta 3

¿Por qué no contestas a mis cartas? Antes te asomabas por mi habitación y yo podía sentir como me mirabas fijamente. Ya no. ¿Que te pasa?. ¿Has visto algo que no te gusta de mi? Perdona pero intento llevar esto lo mejor que puedo... Tu no eres el que tiene que ir todas las mañanas al instituto y soportar esas miradas de ''Ay, pobrecita''.
¡No joder! ¿Por qué sienten pena? Este ha sido tu final. A todos nos va a llegar algún día. Vale. Si. Quizas el tuyo llegó mas pronto de lo esperado y todavia eras muy joven y te quedaba mucha vida por vivir. Bueno...¿Y qué? Has vivido hasta el momento en que te ha tocado. Nadie puede hacer nada. Nadie va a ocupar jamás tu lugar. Nadie va a significar tanto en mi vida como lo hacias tú. Nadie volverá a rozar mis labios de esa manera. Ni hacerme sentir taaaan bien. ¡Joder! ¿Por qué te tuviste que ir? Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento.... Lo he dicho tantas veces que la palabra carece ya de todo su sentido. Me derrumbo Nico. No puedo. Mamá dice que tengo que cambiar. No puedo hablar de ti como si estuvieras viviendo el mismo presente que nosotros. Ni debo nombrarte tanto en casa. Ella te echa de menos. Al igual que yo. Papá no ha dicho nada al respecto pero ya sabes como es el. No se lo tengas en cuenta. Pero tengo que cambiar. ¿Recuerdas lo exagerada que era con las notas? Bien. Pues eso... si que he de decir que he cambiado. Bastante. Ya no me importa suspender. De hecho, se ha convertido en algo habitual. Se que te enfadaras al leer eso... Pero es lo que toca, ¿no? Tu allí. Yo aquí. Jodiendome. Jodiendome la vida a mas no poder. No puedo, Nico. Esto me supera.

Posdata: sigue acumulando pedazos de mi.



Siempre tuya.
Charlotte.

Carta 2

Terminé la otra carta con una pregunta a la que nunca encontraré una respuesta. O almenos no la que yo querría. Sigo pensando que te echo de menos. Mucho. Lo siento, no lo puedo controlar todo en mi vida. Es inevitable no hacerlo. Fuiste una etapa mas de mi vida y tengo que vivir con ello. De hecho lo hago. Mamá dice que el otro día le pareció verte. Mentira. Nadie podrá volver a verte. En mi caso: no podré tenerte nunca más, ni rozar tus labios suavemente y tocar el cielo con los dedos, susurrarte al oido que no quiero que te separes de mi ni que te vayas. Pero no me escuchaste. Declinaste mi invitación a todas esas cosas en el momento en que cerraste los ojos y no los volvistes a abrir... Fuerte. Estoy siendo muy fuerte. Mas de lo que yo creia. Mamá dice que le sorprende la actitud que he tomado respecto a todo esto. Tanto que parece que quiera huir del problema. ¿Realmente es así? Quizas lo haga sin darme cuenta. Desde luego no era esa mi intención. Quiero decir que... No se. Se que no estas aquí y que no vas a volver. Que tu otra vida ha empezado y que nadie está incluida en ella, porque tu estas ahi arriba y todos los demas aquí, abajo. Demasiada distancia nos separa. Quizás volvamos a coincidir en otra vida, pero yo se que me escuchas. Te noto. Te siento aquí aunque no estés. Esta es mi unica via de escape, por eso nunca dejaré de escribir. Pero quiero que sepas que siempre te amaré, aunque no prometo no sentir lo mismo por otra persona. La vida es larga y corta al mismo tiempo. Y todo el mundo, incluidos Papá y Mamá, dicen que no debo destrozarme la vida. Es decir, puedo salir con otros chicos y con mis amigas. No estoy muy segura de eso... pero ellos, Papá y Mamá, siempre han tenido razón. Aunque no se porque ahora pienso que se estan equivocando. Dicen que he cambiado. Que ya no soy la misma de antes. ¿Cómo era yo antes? Era la misma. Sigo siendo la misma. Obviamente esto es algo que me va a marcar, pero soy la misma. Esa chica sonriente que se rie por cualquier cosa y a la que le gusta tanto la felicidad. Pero la felicidad sigue aquí. Nunca me abandonó. A pesar de que me faltes tú. Hasta la proxima.


Posdata: Ahora volveré a ir a Correos. Guarda esta carta en el mismo cajón que la otra. Y colocala encima. Acumulalas. Acumula pedazos de mi. Pequeños pedazos que te voy dando poco a poco. No me olvides porfavor. Yo no lo haré. O si... Mamá dice que con el tiempo te olvidaré. Te lograré olvidar. ¿Pero desde cuando eso es un logro?



Siempre tuya.
Charlotte.

domingo, agosto 29

Carta 1

¿Como se supone que debo empezar esto? Te echo tanto de menos. Tanto. Y ultimamente el pasado parece que vuelve, y por un momento me paré a recordar todo lo que vivimos juntos. Todo lo que nos dijimos, y lo que no nos dijimos también. No lo entiendo, Nico. No entiendo porque te fuistes. Pero no te has ido del todo. Todavia te siento. Todavia se me acelera el corazón cuando pienso que estas cerca. Así que te escribiré cartas, te escribiré para contarte como me va todo. Estoy bien, aunque hayan habido momentos en los que no he encontrado fuerzas en ningun sitio ni en nadie para seguir, pero ya ves... Aquí sigo. Luchando. Ya me conoces. nunca me doy por vencida. La familia está bien. Mama dice que no vuelva a llevar nunca nadie a casa, que no quiere encariñarse con nadie más. Supongo que habrá que hacerle caso. Ya sabes como es ella con todo esto. En cuanto a lo del instituto... bueno, no soy la primera de la clase, si es eso lo que quieres saber, pero se intenta. Esperemos que el año que viene todo cambie. Y nada, poco mas tengo para decirte. Que jamás crei que diria esto pero si: te echo taaaanto de menos... Me he dado cuenta de que necesito a alguien que me abrace y me susurre al oido palabras sin sentido para que yo sepa que esta ahí, al lado mio. No pido mucho. O eso creo. Era lo que tu siempre me dabas incondicionalmente y supongo que ya me habia acostumbrado a ello despues de tanto tiempo...


Posdata: Ahora me convertiré en un sobre. Iré a Correos y me dejaré caer sobre ese montón de cartas. Espero que cuando llegue allí arriba la abras y leas. Hazme sentir útil. Es todo lo que pido. Guardame en un cajón. Quedate con un pedazo de mi. ¿De verdad te has ido? Son preguntas retoricas. O no. Creo que intento buscar una pregunta a una solución sin respuesta.



Siempre tuya.
Charlotte.

domingo, agosto 8

jodidamente bien

Y darse cuenta de lo mucho que en el fondo le echas de menos. De como cierras los ojos e intentas pensar en otra cosa para olvidarle, pero no puedes. Sabes que ya lo has echo, que olvidado está, pero no es ese el problema. Y darse cuenta de cuanto tiempo te habia llevado tomar esa decisión para nada. Para acabar pensando lo mismo de siempre. Tiempo. Cariño. Espacio. Amor. Sentirse libres. Y hacer que el otro se sienta igual. Y darse cuenta de que la vida no solo consiste en eso. Y mirar al otro y sencillamente limitarse a sonreir. Por el simple hecho de que está frente tuya. Y mirar atraves de esos ojos marron oscuro e intentar averiguar que está pasando por su cabeza. Taparle los ojos con las manos y jugar a volver a ser niños. Callarle con un beso. Dulce. Apasionado. Necesario. Inolvidable. Involvidable como cada beso que le das. Olvidar todo lo demás y volver a sentirse libres. Tan libres que hasta las nubes parecen estar a nuestro alcance. Y no tener miedo de ascender por la caida, simplemente dejarse llevar... Y darse cuenta de que es solamente un sueño. O tal vez no. Lo cierto es que no llego a definirlo a la perfección. ¿Es esto lo que sientes? Bueno... ¡que digo! Yo lo hice. Se acabó. Pero... ¿es un sueño? Lo cierto es que no tengo prisa. ¿O si? Demasiados calculos. Demasiada busqueda. Y el amor no es un calculo acertado o erroneo, ni una busqueda constante. Es algo que te encuentras de repente, sin esperarlo. Algo que cuando ha llegado, lo sabes. Porque sientes que sin ese algo ya nada es igual. Y entonces te sientes bien, jodidamente bien, y lo mejor de todo es que no hay ninguna razón. Pero a pesar de eso, te sientes bien, jodidamente bien.



martes, agosto 3

Lección de vida

Odiaba aquel hospital. La consulta era tan fría, todo tan cuadriculado…Cada carpeta identificada con una letra del abecedario y ordenada por orden alfabético de la A a la Z en esas estanterías que nunca acababan; grandes carteles dibujados por los seres queridos pegados por cada una de las cuatro blanquecinas y al mismo tiempo extravagantes paredes de la habitación, que lo único que conseguían era hacerte sentir atrapada. Mi vista se quedó perdida en el escritorio de madera, que parecía guardar en sí años y años de historia, miles de encuentros desafortunados que se llevaron consigo la vida de muchas personas; y en aquella silla de piel viejísima, que se mantenía perfecta, casi o mejor que el primer día; y por ultimo: en él, la persona de bata blanca que con solo dos palabras se llevó mi felicidad de dieciséis años.
Era un día desesperante e interminable. Una manta negra cubría el cielo y los rayos del sol no alcanzaban la superficie de la Tierra. Con la lluvia se desvanecían los buenos pensamientos, la alegría ingenua que me albergaba los días antes de la noticia; las efímeras -pero jamás olvidadas- sonrisas con las que me acostaba cada noche cuando ella todavía estaba conmigo; la ilusión de dejar aquella pesadilla atrás, de cambiar de pagina, volver a los tiempos en que todo era sencillo, en que los problemas se deshacían con la misma facilidad con la que se formaban; la pasión con la que vivíamos cada pequeño pero importante detalle, todo…Todo parecía derrumbarse de la noche a la mañana, todo parecía desaparecer. Mi mundo se desmoronaba en cuestión de segundos, mi voz callada pedía ayuda. Me convertí en una simple persona desesperada corriendo por los recovecos de mi miedo, intentando evitar la realidad, llorando en cada esquina, escapando de la soledad. Dentro de mi cabeza inventaba falsos momentos de paz y tranquilidad que, en realidad, jamás llegaron a tranquilizarme. Intentaba reencontrar el camino que conducía hacia aquel tesoro perdido: la felicidad.
Y lo peor estaba por llegar. Recuerdo aquel día a la perfección: cada gesto, cada movimiento, cada lágrima derramada; cada persona que entraba y salía de aquella odiosa estancia, cada palabra que quise decir y no pude, cada recuerdo, cada segundo que la acercaba al fin. El fin. Dentro de mí todavía latía el sueño inalcanzable de volver a abrazarla y sentirla aquí cerca de mí, a dos centímetros de mi cuerpo y poder oír cómo se acompasaban el latir de nuestros corazones, aquella melodía tan perfecta. Escuchar su inquieta respiración.
Las horas y los minutos se prolongaban más de lo normal y aunque una parte de mí sabía que ella, aquella mujer tan valiente a la que yo siempre había admirado, había llegado al final de su camino, no quería creerlo; era como si una parte de mí no se resignara a dejar escapar ni una milésima de segundo, que para mi era mi vida entera.


Ella era el pilar que todo lo sostenía. Fuera donde fuera, estuviese donde estuviese, hiciese lo que hiciese, ella siempre estaba ahí. Era la primera en secarme mis lágrimas, la primera en agacharse en cada una de mis caídas para recordarme que nunca debía darme por vencida, que la victoria sabía a gloria; la primera en sacarme una sonrisa de oreja a oreja y la primera que siempre sabía afrontar sus errores. Y por eso también supo que esta vez no volvería, que aquello era el final y lo afrontó en todo momento con valor, sin perder la sonrisa. Todo la hacía diferente al resto de personas del mundo.
Y allí estaba aquel hombre siniestro de bata blanca que en unos meses le había dado un giro de 360º a mi vida. Su cara parecía reflejar la angustia que se había apoderado de la habitación y su mirada fría hablaba por sí sola. Sus labios no se atrevían a pronunciar las fatales palabras, ya que mi rostro desfigurado le suplicaba silencio. Yo sólo quería prolongar, aunque sólo fuese por una noche más, mi realidad perdida.

Ella ya no está. No están sus pasos en casa cuando llego del instituto, no está su voz en mi oído cuando voy a dormirme, no están sus caricias. No está.

Creo que hasta hoy jamás me había parado a pensar en todo lo que había perdido, quién era ella para mí y lo que significaba en mi vida. El extraño y triste vacío que ocupa su silla cada Navidad se extiende dentro de mi corazón, lo noto como una bruma gris muy espesa que no te deja vivir y te corta la respiración. Sin ella nada tiene sentido. Sin embargo, llega un momento en que debo entender que la vida no termina aquí y debo aceptarlo. Ella no está y no estará nunca. Y es algo que desde un principio debo asumir, debo aprender y recordar en todo momento: que, por mucho que mire hacia otro lado, engañándome a mí misma, intentando creer que no ha pasado nada y que todo sigue igual que hace un año, cuando su sonrisa perduraba incansable en el tiempo…No volveré a verla, tenerla, sentirla jamás. Hay que aprender a seguir siendo una familia aunque falte ella.



3/6/2010