domingo, junio 17

Discurso graduación

Hace aproximadamente 2 años comenzamos a tomar conciencia de que el instituto terminaría algún día, por muy lejos que pareciera que estuviese ese incierto futuro. Hoy, parece mentira que hayan pasado cuatro años desde aquel primer pensamiento de nostalgia que me producía pensar que ya no volvería a veros, o la sensación de que una parte de mi ''adolescencia'' se evaporaría. Hace 4 años, también, comencé a soñar con este día. Me imaginaba aquí frente a vosotros leyendo el discurso. Y ahora, al ver vuestros rostros, sé porque esa imaginación e ilusión era un sueño. Un sueño que a algunos les parecerá tonto, puede que hasta estúpido, pero creedme, no hay nada tan bonito como poder silenciar todos los corazones durante unos instantes e intentar provocaros una sonrisa. Algunas serán de nostalgia, y otras son simplemente el fruto de tantos años aprendiendo a vivir la vida, que, por extraño que parezca, es una de las asignaturas más importantes del Instituto.
Todo comenzó hace seis años, cuando nos encontrábamos frente a la fachada de este edificio (lo és aunque parezca una cárcel), con un par de centímetros menos y el miedo apoderándonos. Algunos venían con sus compañeros del colegio de toda la vida, otros en cambio se embarcaban en una nueva aventura, emprendían un nuevo camino sin conocer nada de él. Lo cierto es que, estuviésemos en la situación en la que estuviésemos, la sensación que tuvimos fue exactamente la misma. Plantados frente a ese monstruo de hierro y cemento, tuvimos el valor de caminar hacia delante y comenzar una de las etapas más largas, duras pero también felices y gratificantes de nuestra vida.

Al principio todo nos parecía extravagante y desconocido, y el simple gesto de colocarse la mochila cada mañana para ir al instituto se convertía en un acto de valentía teniendo en cuenta que eramos los más pequeños del instituto. Los primeros días caminábamos desconcertados entre pasillos de cuya existencia no conocíamos y nos atemorizaba la idea de preguntarle a cualquier viandante donde estaba la clase que buscábamos. Y al encontrarla, asomábamos tímidamente la cabeza (algunos todavía lo hacen) por la puerta y preguntábamos: ¿Se puede?. En ese mismo momento comenzamos a formar parte de esa clase, de esa familia y de este instituto. Comenzaron las famosas reuniones de padres y madres, la mítica excursión de Terra Mítica y senderismo y las palizas a ruido a las que sometíamos bajo tortura a los profesores. Nos colocaban por orden alfabético y no teníamos más remedio que comenzar a hablar con el compañero que teníamos al lado. Al siguiente año ya nos eramos los ''más pequeños'' y eso nos concedía cierto derecho a creernos un poco más mayores, en algunos casos maduros, pero la realidad es que esta experiencia apenas había comenzado. Más tarde, con el paso de los años y mas kilos en la mochila, evolucionamos de tal manera que los Lunes se reducían a hablar de todo lo que nos había ocurrido durante el fin de semana, la primera hora de cada día era un show de osos perezosos que dormían sin cesar y la última clase era una exhibición de alumnos hiperactivos, cansados y con ganas de comer y reír. Con ello concluimos la primera parte, superamos el primer nivel de este video juego y nos adentrábamos en el temido bachillerato. Algunos continuamos en la misma línea que en la ESO, pero todos habíamos pasado. Todos habíamos superado con creces las continuas quejas de los profesores por el ruido, las amonestaciones, retrasos, faltas, las evaluaciones, los Lunes, los exámenes, las votaciones para fijar fechas, la misma course navette de todos los años, el mal rato que ocasionaba tocar la flauta frente a todos, las lágrimas provocadas por fracasos momentáneos y los ataques inesperados de risas. Pero tampoco penséis que todo es de color rosa y feliz, que ahí donde veis ahora a los profesores sentados en sus respectivas sillas y escuchando con atención cada palabra que digo, tranquilos y relajados, nos han hecho llorar, suplicar, nos han atravesado con las tuercas en vez de apretárnoslas, nos han hecho enfadar, nos han estresado, nos han martirizado día tras días con la innombrable selectividad, nos han desafiado y nos han chillado, pero todo ello solo iba con una misión que era la de enseñar... Además, de ellos hemos obtenido un gran recopilatorio de frases, gestos y acciones que jamás olvidaremos. Porque, todos sabemos que echaremos de menos la hiperactividad de Mar y su forma tan efusiva de expresarse, los manotazos de Jesús en la mesa cuando hablamos (algunos ya le salen por inercia) y los auto-líos a los que se somete por querer poner un test rebuscado, La famosa y el famoso Jenny y Borja de Tomás, y su amor platónico Hume porque es precioso, los gritos de Pepe, las ''bromas'' de Salomón y sus ''Hoy estáis muy locuaces chicos'' o ''Mantengamos la compostura por favor'', la Elite de Juan alias ''El elite'', el saber que te jugabas la vida si te preguntaba Elisa Plaza y no lo sabias, recordar la geografía por la mágica mano de Enrique, esperar las notas de economía durante siglos, escondernos de Adrián cuando viene a pedirnos los recibos del crucero, las historietas de la madre de Carles, el ¿Eh? De Maria Jesús al finalizar cada frase y el átomo de carbono de Chema. Solo esperamos que ellos, y todos los profesores, os acordéis también de nosotros por nuestras peculiaridades, alegría y virtudes.

Porque llegados a este punto, he de decir que me satisface escribir que es lo que siento en un día como éste y que me ha despertado este lugar. Por eso os escribo que por mucho tiempo que pase, este sitio, este instituto, ya se ha grabado en nuestro corazón. Porque a partir de hoy, cada vez que paseéis por los pasillos, cada vez que veáis esas taquillas amarillas o a cualquiera de los profesores, recordareis las prisas, los empujones, el estrés, los gritos de alegría, las risas y todos los momentos que ya pertenecen a este lugar. Mil y una risas que han hecho eco por esos pasillos y que han marcado una de las etapas más felices de nuestras vidas. La mayoría pensaréis que aquí solo ha crecido nuestra formación, pero siento deciros que os equivocáis. Entramos siendo unos niños de 12 años que apenas conocían el significado de muchos aspectos de la vida, de nuestra vida. Pero hoy, para ser más exactos ahora, sabemos que la persona que está a nuestro lado se llama ''Amigo'', y que un ''Te quiero'' es una palabra que muestra el cariño que le tenemos. Sabemos que el esfuerzo siempre va acompañado de su merecida recompensa. Sabemos que la felicidad es algo estremecedor, algo que nos hace sonreír como idiotas, eso sí, idiotas felices. Por ello, no puedo evitar sonreír, a veces hasta reír a carcajadas, al ver la palabra felicidad, porque me acuerdo de vosotros. Hecho una mirada hacia el pasado y nos veo enanos, inocentes y novatos, pero ahora miro al frente y os a veo a vosotros. Os veo y de nuevo no puedo evitar sonreír, porque sé que aunque ahora nuestros caminos se separen, algún día formamos juntos algo especial, formamos una unidad, una unidad fuerte y prácticamente indestructible. Ahora cruzamos la meta, pase lo que pase a partir de ahora ya somos campeones, lo hemos logrado... Hemos sobrevivido a 2º de Bachillerato.

Lo cierto es que cuando alguien se pone a pensar en todo este tiempo, en estos seis años transcurridos en un mismo sitio y con las mismas personas, las palabras salen solas. Como siempre digo, lo más bonito que alguien puede hacer es escribir con el corazón, pues de él surge esta combinación perfecta de amor, palabras y felicidad. Por este motivo quiero despedirme de todos vosotros con una enorme sonrisa en mi rostro, porque cada vez que os recuerde solo seré capaz de hacerlo, de sonreír. Creo que hablo en nombre de todos cuando digo que gracias a los profesores, a nuestros compañeros y compañeras, a los trabajadores de la cantina, a los conserjes, a nuestros padres, a todos. Gracias a todos y cada uno de los que han hecho posible vivir esta inolvidable experiencia. Gracias por dibujarnos una sonrisa de lunes a viernes. Gracias por habernos hecho crecer, por habernos visto hacerlo, pero sobretodo, gracias por habernos enseñado a crecer. Gracias.

Marlene Torres Prieto