martes, septiembre 21

El

Todavía me acuerdo de aquel viaje. ¡Seré tonta! ¿Cómo me podría olvidar de un verano así?
Roma, Florencia, Pisa, Nápoles. Vale sí, está claro que a cualquier adolescente le gustaría visitar estas ciudades y más tratándose de un mes como agosto. Maldito mes. Maldita fecha.
Para ser sincera volvería a repetirlo mil veces; sin embargo, es acordarme de aquel día y hasta yo misma me arrepiento de lo que no nos dijimos…

***
5 de Agosto, aeropuerto de Roma, el exterior del recinto anunciaba en forma de calor la fecha a la que nos encontrábamos. Hasta ahora aquel día seguia siendo un dia como otro cualquiera. Un dia sin fecha de caducidad. Pero entonces pasó aquello que ninguno de los dos nos esperabamos. Creo que jamás habia deseado tanto algo, pero esta vez no era algo cualquiera, era un viaje. El viaje de mi vida.

Siempre he odiado los aeropuertos. La gente va y viene, con prisas. Como si fuera el fin del mundo. Con lo tranquila que soy yo, que siempre me tomo mi tiempo para todo. Vive el momento. Lo leí por ahí en algun libro una vez. Y eso estoy haciendo. Estoy viviendo este momento como si el tiempo se hubiera parado. La verdad es que no me importaria anclarme aquí y ahora. El corazón me late mas rapido de lo normal, será porque el está aquí a mi lado. No lo se. Pero no puedo soportarlo. Me da la sensación de que en cualquier momento se me va a salir del pecho. No importa, lo retendré con las manos.


De repente se oye un ruido. Un golpe. Y sin mas, silencio. Un largo silencio inunda la gran sala donde todos los viajeros esperan impacientes al avión. Pero los silencios no son eternos, y la calma desapareció. La gente comenzó a gritar, otros se escondian, y yo, me mantenia en pie. Obsoleta. Sin mediar palabra. Sin ser capaz de mover ninguna parte mi de cuerpo. No sabía que hacer. No sabía que había pasado. Solo veia a la gente corriendo de un lado para otro sin motivo alguno. El me cogió del brazo y me dijo que nos fueramos de allí cuanto antes, que aquello se iba a derrumbar. Pero aparte de no poder moverme por el shock ocasionado por la colisión, tampoco me respondian ninguno de mis sentidos. De modo que no pude escuchar lo que decía. Tan solo veia sus labios moverse y su rostro reflejaba todo el miedo que habia inundado su ser, creo que intentaba decirme algo. Me agarró fuerte y tiró de mi. Nada. No me moví. Entonces decidió cogerme por las piernas, me subió a sus hombros y salió corriendo de allí. Ahora entendía el escandalo dentro del aeropuerto. Un avión habia colisionado contra el. Se fue. Volvió dentro porque una madre pedia a gritos socorro. Reclamaba a su hijo. Mejor dicho, necesitaba a su hijo. No se porque lo dejé entrar, pero una parte de mi me decía que debía hacerlo, que era lo correcto, a pesar de que eso significara que lo iba a perder. Lo hice. Lo dejé marchar para salvar a aquel niño que jamas consiguió salvar. Ahora hay una madre sin su hijo, y yo sin el.

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