cuando queda ella

Poco a poco me acerco a la silla cuyas patas de madera han guardado las miradas que recorrían cada centímetro de tú desnuda espalda; mi conciencia grita que no lo haga, pero mientras lo escribo, mi mano ya ha dejado caer las lineas de su huella sobre el escritorio, sobre cada lamina de frágil y a la vez resistente recuerdo. Y entonces... sucede. Todo lo que ocurrió entre aquellas cuatro paredes se pasea ante tus ojos y le recuerda a tus pupilas el amargo sabor de un amor extinguido. Y entonces... sucede. Las dulces lágrimas comienzan a abrirse camino entre mis avergonzadas mejillas, que se rendían ante tu presencia. Las utilizaba como droga, como motivo para vivir, por lo que supongo que ahora vivirá bajo el continuo efecto de la drogadicción... Con su ausencia, el sol no quema tanto, y la lluvia no empapa la impermeable capa de la que mi fracturado corazón se encuentra rodeado. El viento ya no mueve las imperfecciones de mi cuerpo, y el olor que desprenden las flores han dejado de encantar a mi olfato. Ahora escribo yo, es decir, ella. Él ha hablado en numerosas ocasiones de lo duro que puede llegar a ser el olvido, y de como de algún modo u otro me extinguí de su corazón. Que no os engañe, porque todo cuanto ha dicho es solo lo que siento yo. En esta historia, perdón, en el final de esta historia, las lágrimas, recuerdos, esperanzas y dolor quedan aquí, conmigo y en mi. Todo esto ocurre cuando quedo yo, cuando queda ella...