Y es que es precisamente en noches como estas, en las que el cielo cambia de color según tu estado de ánimo, en las que el ritmo de las gotas de lluvia continuan el de tus lágrimas. Porque es en noches como estas, en las que tu ojos, cansados de buscar ese trozo de corazón que parece ser que olvidaste, se dan cuenta de que no está, porque no eres capaz de comprender que se acabó. Que todo tiempo vivido fue mejor, y que ahora, por mucho que pese en el alma de un inmortal que se reía del amor y como este cegaba a los que lo sentían, el pasado lo tragó. Y no es que me guste vivir junto a la soledad, aunque de este modo tampoco me gustaría rechazarla, porque alfin y al cabo, ha sido mi fiel compañera de aventuras, gamberradas, risas, alegrías, y para que mentirnos, de tanto y tantos llantos... ¿Pero acaso tiene ella la culpa? Alomejor la tengo yo. Quizás nadie pueda ocupar este vacío (hablemos en presente) que aquella mujer de palabras egoistas de la que tanto he hablado dejó, mas que otra vez más, la fría soledad. ¿Por qué?, me pregunto yo, sigo pensando en ella al escribir. Al ajustar estas letras tan desafinadas que ni el que finge ser sordo puede oír. Que las noches como estas se apiaden no de mis lágrimas, si no del dolor que éstas llevan en sus cauces inundando las calles de esta ciudad que perdió el sentido de las horas cuando esa mujer que tanto se repite en mis palabras desapareció de ella, arrancando ese famoso pedazo de mi corazón que parece marchitarse...
Jack.
me ha gustado mucho :)
ResponderEliminarPrecioso.
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