lunes, junio 27

cuando queda todo

Era una persona débil, aunque fuerte de apariencia. Un pequeño saltamontes que daba grandes saltos, y crecía poco a poco, sin contar ni medir ni un solo segundo para evitar la horrible tarea de recordar. No se como seguir esta historia... Soy un narrador omnisciente, y sin embargo, no soy capaz de describir cuanto pesa el dolor que ella siente. Escucho sus pensamientos, sus inquietudes, hasta incluso sus latidos. Lo se todo sobre ella, pero no consigo descifrar que materiales componen la espina que tiene incrustada en uno de los ventrículos de su corazón. Cuando comenzaron las primeras lágrimas y recuerdos, la espina no era más que una barrera imperceptible de miedo, pero con el paso del tiempo, lo que al principio era invisible a los ojos se convirtió en dolor real, tan real como la física espina de su interior, única causante de la humedad en sus mejillas. Ella caminaba notando que algo no marchaba bien, que en algún remoto lugar de su oscurecido interior circulaba un mal superior a cualquier ojo humano. Por aquel entonces, no imaginó que una decisión tan insignificativa fuera a acompañarle toda su vida. Pero así fue. Cuando lo haces, cuando dices no, cuando niegas e intentas arrancar ya no de tu vida si no de ti, esa parte que te droga día a día, comienza la desintoxicación. Ella, pobre ignorante que no hizo más que rendirse a las suplicas de su corazón, negó esa parte, pensó que un par de pastillas serían la solución, y lo cierto es que los primeros meses funcionó, pero cada noche que transcurría, cada beso que no daba, cada instante que olvidaba recordaba otro viejo. Cuando conseguía relegar su recuerdo varios días seguidos, de repente despertaba una mañana cualquiera acordándose de cada esquina de su sonrisa, de la de él. Fue entonces cuando se dio cuenta de que soñar es solo la forma que tiene nuestro corazón de recordar en contra nuestra voluntad. Tanto, que llegó un momento en el que su vida ya no era suya, y el pasado era el único escenario en el que actuaba. Después de tantos años, he aprendido que era diferente. Era diferente al resto de la humanidad hasta en la forma de sufrir el dolor. Comprendí que, de algún modo u otro, solo quería deshacerse de él, de su droga. Sin embargo, este tozudo cascarrabias que es su corazón no la dejó. La espina que hoy en día sigue incrustada en él, continúa con su inagotable tarea de no dejarla vivir.



Ella lo echará de menos hasta el fin de sus días, y cuando esté apunto de dejar este cruel y frío mundo que nunca llegó a acogerle ni comprender su dolor, solo pensará en el, y recordará que lo único que ha hecho cada día de su vida ha sido recordarle, echarle de menos, intentar olvidarle... Y cerrará los ojos con la tristeza que causa saber que jamás llegó a conseguirlo...

viernes, junio 3

Primer premio

Hace más de un año vi un cartel en la biblioteca de mi instituto que anunciaba un concurso literario. Nunca había participado en ninguno porque no me veía a la altura ni capaz, pero algo dentro de mi me empujó a hacerlo. Mi profesora envió el relato el último día que se podía enviar, y creía que nisiquiera había llegado. Para mi sorpresa, el 22 de Mayo me llamaron de la editorial responsable y me dijeron que necesitaban ponerse en contacto con mi madre (yo no tenía ni idea de qué se trataba). Minutos más tarde mi madre me llamó diciéndome que era una de las 100 seleccionadas, y que le habían insistido bastante para que asistiésemos al evento porque estaba entre los 20 primeros.
Hoy, 3 de Junio de 2011, hace justo un año que gané el concurso de ''Los mejores relatos breves juveniles de la provincia de Alicante 2010''. Podría mentir y decir que aquello no fue una de las causas por las que no dejé de escribir, porque no es así. Para mi, ver mi relato publicado en un libro ya era todo un sueño, y sin embargo conseguí algo que para mi opinión era inalcanzable; un primer premio. También podría mentir y decir que no ha sido el día más feliz de mi vida, y que hasta aquel momento me parecía imposible poder catalogar un día como el ''más feliz de tu vida'', pero se puede, y lo he hecho. Ese día es el 3 de Junio de 2010. Ese mismo día, también comencé a valorarme un poco más, y lo más importante de todo, empezar a valorar lo que escribía. Llevo escribiendo desde que tengo 12 años, justo cuando empecé el instituto. Han sido muchas las razones que me llevaron a comenzar a escribir; desde muertes, tristezas, enfados, llantos, lamentos... Y por último, alegrías (esta fue una de las emociones mas difíciles de describir para mi). Nunca he encontrado el apoyo necesario ni suficiente de la gente a la que quiero para seguir haciéndolo, o creer que podía llegar realmente a algo con esto... Ni siquiera de mi madre. Pero eso jamás resultó ser un obstáculo para mi, porque seguí haciéndolo. Continuaba día a día en mi casa, mostrando esa faceta mía de si se puede decir de alguna forma, ''escritora''. Llevo 5 años escribiendo, y espero que no acabe nunca. No porque no quiera, (que es obvio), si no porque ha llegado un momento en mi vida en que lo necesito. En que si no escribo siento que me guardo miles de sentimientos que se vacían en mi interior y no me dejan vivir o ser feliz... Porque me encanta hacerlo, y porque SOY YO MISMA cuando lo hago, sin nadie que me diga que esto no lo pueda hacer así, ni límites http://marlenemtp.blogspot.com/2011/01/just-write.html. Lo que quiero decir con todo esto es que, aunque me pegue bastante poco decirlo, nunca abandones tus sueños sin haberlo intentado. Porque yo sé que en el libro donde está mi relato hay otros mejores que el mío, mejor escritos, mejor redactados, con muchísimo más vocabulario, pero hay una diferencia, el mío lo escribí con el corazón (va dedicado a la muerte de mi tía, aunque en el relato imagino que es mi madre para meterme más en el papel).
http://www.diarioinformacion.com/cultura/2010/06/04/jornada-entrega-premios/1015600.html
http://www.costacomunicaciones.es/costa/noticia_entrego_premios_relatos_breves_juveniles_23727.html























Lección de vida

Odiaba aquel hospital. La consulta era tan fría, todo tan cuadriculado…Cada carpeta identificada con una letra del abecedario y ordenada por orden alfabético de la A a la Z en esas estanterías que nunca acababan; grandes carteles dibujados por los seres queridos pegados por cada una de las cuatro blanquecinas y al mismo tiempo extravagantes paredes de la habitación, que lo único que conseguían era hacerte sentir atrapada. Mi vista se quedó perdida en el escritorio de madera, que parecía guardar en sí años y años de historia, miles de encuentros desafortunados que se llevaron consigo la vida de muchas personas; y en aquella silla de piel viejísima, que se mantenía perfecta, casi o mejor que el primer día; y por ultimo: en él, la persona de bata blanca que con solo dos palabras se llevó mi felicidad de dieciséis años.
Era un día desesperante e interminable. Una manta negra cubría el cielo y los rayos del sol no alcanzaban la superficie de la Tierra. Con la lluvia se desvanecían los buenos pensamientos, la alegría ingenua que me albergaba los días antes de la noticia; las efímeras -pero jamás olvidadas- sonrisas con las que me acostaba cada noche cuando ella todavía estaba conmigo; la ilusión de dejar aquella pesadilla atrás, de cambiar de pagina, volver a los tiempos en que todo era sencillo, en que los problemas se deshacían con la misma facilidad con la que se formaban; la pasión con la que vivíamos cada pequeño pero importante detalle, todo…Todo parecía derrumbarse de la noche a la mañana, todo parecía desaparecer. Mi mundo se desmoronaba en cuestión de segundos, mi voz callada pedía ayuda. Me convertí en una simple persona desesperada corriendo por los recovecos de mi miedo, intentando evitar la realidad, llorando en cada esquina, escapando de la soledad. Dentro de mi cabeza inventaba falsos momentos de paz y tranquilidad que, en realidad, jamás llegaron a tranquilizarme. Intentaba reencontrar el camino que conducía hacia aquel tesoro perdido: la felicidad.


Y lo peor estaba por llegar. Recuerdo aquel día a la perfección: cada gesto, cada movimiento, cada lágrima derramada; cada persona que entraba y salía de aquella odiosa estancia, cada palabra que quise decir y no pude, cada recuerdo, cada segundo que la acercaba al fin. El fin. Dentro de mí todavía latía el sueño inalcanzable de volver a abrazarla y sentirla aquí cerca de mí, a dos centímetros de mi cuerpo y poder oír cómo se acompasaban el latir de nuestros corazones, aquella melodía tan perfecta. Escuchar su inquieta respiración. Las horas y los minutos se prolongaban más de lo normal y aunque una parte de mí sabía que ella, aquella mujer tan valiente a la que yo siempre había admirado, había llegado al final de su camino, no quería creerlo; era como si una parte de mí no se resignara a dejar escapar ni una milésima de segundo, que para mi era mi vida entera.


Ella era el pilar que todo lo sostenía. Fuera donde fuera, estuviese donde estuviese, hiciese lo que hiciese, ella siempre estaba ahí. Era la primera en secarme mis lágrimas, la primera en agacharse en cada una de mis caídas para recordarme que nunca debía darme por vencida, que la victoria sabía a gloria; la primera en sacarme una sonrisa de oreja a oreja y la primera que siempre sabía afrontar sus errores. Y por eso también supo que esta vez no volvería, que aquello era el final y lo afrontó en todo momento con valor, sin perder la sonrisa. Todo la hacía diferente al resto de personas del mundo.
Y allí estaba aquel hombre siniestro de bata blanca que en unos meses le había dado un giro de 360º a mi vida. Su cara parecía reflejar la angustia que se había apoderado de la habitación y su mirada fría hablaba por sí sola. Sus labios no se atrevían a pronunciar las fatales palabras, ya que mi rostro desfigurado le suplicaba silencio. Yo sólo quería prolongar, aunque sólo fuese por una noche más, mi realidad perdida.


Ella ya no está. No están sus pasos en casa cuando llego del instituto, no está su voz en mi oído cuando voy a dormirme, no están sus caricias. No está.

Creo que hasta hoy jamás me había parado a pensar en todo lo que había perdido, quién era ella para mí y lo que significaba en mi vida. El extraño y triste vacío que ocupa su silla cada Navidad se extiende dentro de mi corazón, lo noto como una bruma gris muy espesa que no te deja vivir y te corta la respiración. Sin ella nada tiene sentido. Sin embargo, llega un momento en que debo entender que la vida no termina aquí y debo aceptarlo. Ella no está y no estará nunca. Y es algo que desde un principio debo asumir, debo aprender y recordar en todo momento: que, por mucho que mire hacia otro lado, engañándome a mí misma, intentando creer que no ha pasado nada y que todo sigue igual que hace un año, cuando su sonrisa perduraba incansable en el tiempo…No volveré a verla, tenerla, sentirla jamás. Hay que aprender a seguir siendo una familia aunque falte ella.






''Soy una perdedora, lo soy. He ganado el primer premio.
               Soy una ganadora, lo soy. He perdido los miedos mientras vivía.''
                                                                                                   Jordi Sierra i Fabra