Capítulo 4
Pasen por la autovía. Se escucha de fondo su canción favorita, y con ella se abre el telón de una nueva vida a la que el no pertenece. Para la furgoneta enfrente de una casa que la guerra todavía no ha inundado. Baja la camilla, la transporta hasta el portal y aprieta el timbre. Vuelve corriendo a la furgoneta, la arranca y huye; olvidando su corazón.
Días después Amelie despierta con la tristeza que causa estar aferrada a la soledad. Solloza en silencio e intenta recordar este abecedario inutilizado que ni ella, mujer de palabras egoístas, ni el, viejo cansado, volverán a usar. Cuando los veranos sean inviernos, los otoños primaveras, cuando sus venas secas recuerden el flujo que circulaba por ellas, cuando las comisuras de sus arrugas sean capaces de abatir los problemas que acechan cada lámina de madera de su puerta y sus contracciones concuerden en espacio y tiempo con las de Jack, que se extinguieron en el mismo momento en que su desafinada silueta dejó de brotar entre copas, lágrimas y sonrisas, entonces volverá.
Mientras tanto.... Atisbará el trozo de corazón que Jack se dejó.
sábado, marzo 19
domingo, marzo 13
Just write
''Mucha gente escribe con la cabeza, y sin embargo no saben que las palabras más bonitas nacen del corazón. Es por ello por lo que yo escribo con el mío, aún conociendo el riesgo que eso conlleva; que el mundo descubra tu interior. El caso es que es algo que no me preocupa demasiado. Cuando deslizo el dedo por encima de las palabras que originan la felicidad y la tristeza, el rompecabezas de mi vida, escrito en jeroglífico, no tambalea. Mi corazón bombea, y con el mis sentimientos, mientras que mi cabeza se limita a decir: Simplemente escribe...''
Marlene Torres Prieto
martes, marzo 8
Amelie
Capítulo 3
Arranca con sus manos esas lágrimas que no le dejan ver con claridad y se dirige hacia el cuarto de mantenimiento. Busca una bata, un pantalón, un cartel con un nombre, algo, lo que sea para camuflarse y entrar en la habitación de Amelie. Se viste con la ropa y la promesa, y carga a sus espaldas la esperanza y la fuerza suficiente para despertarla, para sacarla de allí.
Explora los pasillos del hospital hasta hallar su habitación. Impulsa suavemente la puerta que se va abriendo hasta destapar el cuerpo bajo las sabanas grisáceas de la cama. Se adentra en ese mundo incoloro y mudo al que pertenece Amelie, y nada a través de los lagos del olvido en los que ella flota como lo haría un nenúfar, desprendiendo ese suave perfume que solo los ángeles conocen.
Acerca los labios hasta su lóbulo izquierdo y susurra:
-Yo nunca rompo una promesa.
Un leve escalofrío nace dentro de sus entrañas que produce una vaporosa sonrisa en su rostro. Sigue viva. Amelie comprueba que se siente violento, nervioso, desconcertado... Lo nota por su inquieta respiración que sigue un ritmo acelerado e inexacto preocupado por no seguir el compás establecido. Unas palabras nacen de unos labios que han olvidado la completa noción del tiempo.
-Sácame de aquí, Jack- grita en silencio.
-No te preocupes... Lo haré.
Besa la piel arrugada de la superficie de sus labios produciendo esa reacción química que ambos habían olvidado. Transporta sus impulsos nerviosos a las venas de Amelie para espantar al ser desilusionado que habita en ellas y que no la deja salir de esa tormenta de neblina matutina que ciega sus retinas; anclándola de nuevo a la cama.
Arranca todos los cables pegados a su cuerpo y le quita la mascara del oxígeno. Comprueba que respira y continúa ejecutando el plan.
Rodea la cama, coloca las ruedas a las patas y quita el seguro. Se desplaza hasta la cabecera y comienza a deslizar la cama por el mismo frío mármol que horas atrás había escondido sus lágrimas. Empuja la puerta, esta vez con prisas, y la saca de esa odiosa estancia que va deteriorando su corazón. La conduce por los pasillos sin saber muy bien a donde ir, buscando desesperadamente la salida para salir corriendo de allí antes de que nadie se de cuenta. Sigue conduciendo la cama hasta encontrar un cartel que indica donde está la salida. Se apresura y acelera el ritmo de sus pasos. Las puertas automáticas se abren al notar la presencia de su cuerpo y se dirige hacia la furgoneta de la ambulancia. Abre las puertas traseras y mete dentro la cama, y con ella a Amelie. Corre hasta el asiento del conductor y un médico que está fumando un cigarro le mira fijamente. Nota esa ansia de libertad en su mirada y descubre que no es un médico y que se está llevando consigo un enfermo. Para cuando el médico se ha dado cuenta, Jack ya ha arrancado la furgoneta y ha huido sin mirar atrás. Sin pensar en nada más aparte de su promesa. Divisa el cielo fijamente a través de la ventana del coche evitando siquiera la idea de mirar atrás o de congelar hasta las capas más profundas de ambos corazones.
Arranca con sus manos esas lágrimas que no le dejan ver con claridad y se dirige hacia el cuarto de mantenimiento. Busca una bata, un pantalón, un cartel con un nombre, algo, lo que sea para camuflarse y entrar en la habitación de Amelie. Se viste con la ropa y la promesa, y carga a sus espaldas la esperanza y la fuerza suficiente para despertarla, para sacarla de allí.
Explora los pasillos del hospital hasta hallar su habitación. Impulsa suavemente la puerta que se va abriendo hasta destapar el cuerpo bajo las sabanas grisáceas de la cama. Se adentra en ese mundo incoloro y mudo al que pertenece Amelie, y nada a través de los lagos del olvido en los que ella flota como lo haría un nenúfar, desprendiendo ese suave perfume que solo los ángeles conocen.
Acerca los labios hasta su lóbulo izquierdo y susurra:
-Yo nunca rompo una promesa.
Un leve escalofrío nace dentro de sus entrañas que produce una vaporosa sonrisa en su rostro. Sigue viva. Amelie comprueba que se siente violento, nervioso, desconcertado... Lo nota por su inquieta respiración que sigue un ritmo acelerado e inexacto preocupado por no seguir el compás establecido. Unas palabras nacen de unos labios que han olvidado la completa noción del tiempo.
-Sácame de aquí, Jack- grita en silencio.
-No te preocupes... Lo haré.
Besa la piel arrugada de la superficie de sus labios produciendo esa reacción química que ambos habían olvidado. Transporta sus impulsos nerviosos a las venas de Amelie para espantar al ser desilusionado que habita en ellas y que no la deja salir de esa tormenta de neblina matutina que ciega sus retinas; anclándola de nuevo a la cama.
Arranca todos los cables pegados a su cuerpo y le quita la mascara del oxígeno. Comprueba que respira y continúa ejecutando el plan.
Rodea la cama, coloca las ruedas a las patas y quita el seguro. Se desplaza hasta la cabecera y comienza a deslizar la cama por el mismo frío mármol que horas atrás había escondido sus lágrimas. Empuja la puerta, esta vez con prisas, y la saca de esa odiosa estancia que va deteriorando su corazón. La conduce por los pasillos sin saber muy bien a donde ir, buscando desesperadamente la salida para salir corriendo de allí antes de que nadie se de cuenta. Sigue conduciendo la cama hasta encontrar un cartel que indica donde está la salida. Se apresura y acelera el ritmo de sus pasos. Las puertas automáticas se abren al notar la presencia de su cuerpo y se dirige hacia la furgoneta de la ambulancia. Abre las puertas traseras y mete dentro la cama, y con ella a Amelie. Corre hasta el asiento del conductor y un médico que está fumando un cigarro le mira fijamente. Nota esa ansia de libertad en su mirada y descubre que no es un médico y que se está llevando consigo un enfermo. Para cuando el médico se ha dado cuenta, Jack ya ha arrancado la furgoneta y ha huido sin mirar atrás. Sin pensar en nada más aparte de su promesa. Divisa el cielo fijamente a través de la ventana del coche evitando siquiera la idea de mirar atrás o de congelar hasta las capas más profundas de ambos corazones.
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