sábado, enero 15

cuando queda su alma

Se escuchan pasos. En la penumbra de su habitación busca una mano para sentir su tacto, y sentirse menos sola. Porque cuando la soledad se adhiere tanto a un cuerpo, llega a formar parte de él. Coloca la mano encima del escritorio y la desliza por encima esperando encontrar algún objeto; pero no encuentra nada más que su corazón roto.
Levanta su cuerpo cansado de esperar y deambula por la habitación, esquivando la oscuridad, buscando el interruptor. Alcanza la pared y vuelve a examinar la superficie de ésta. Aprieta el interruptor y se enciende la luz. Gira la cabeza para ver si hay alguien y no encuentra nada más de nuevo, a parte de su corazón roto...
Vuelve a apretarlo y se apaga la luz. Anda con cuidado para no tropezar con nada en el suelo y se sienta en la silla. Apoya los codos encima del escritorio y se coloca las manos encima de su cara. Araña fuerte su rostro con lágrimas que produce la fría soledad aferrándose a ti en una indiferente noche de invierno, cuyos segundos prolongados más de lo normal hacen que las lágrimas sigan su estúpido curso paulatinamente, y que el dolor causado sea mas sentido que en una bonita mañana de primavera.


Se vuelven a oír pasos, y se van aproximando hacia la silla donde ella se encuentra. Se asusta y retira las manos de su rostro. Busca desesperadamente un pañuelo para secarse los arañazos pero la oscuridad no le deja ver. El ruido está casi en su oído derecho y nota como esa suave brisa de aire que expiran las personas le acaricia toda la nuca. Un escalofrío le recorre todo el cuerpo y los arañazos desaparecen de golpe. Se paralizan los relojes, el ruido de la calle, e incluso su corazón. Solo se oyen esos pasos que han parado justo donde se encuentra ella. Intenta pensar quien puede ser a estas altas horas de la madrugada pero apenas puede hacerlo. Y de repente, viene.
-¿Eres tu Jack?
Nadie responde. Quiere levantarse para enchufar la luz, pero tiene tanto miedo recorriendo cada vena de su cuerpo que es incapaz de hacerlo. El silencio se repite.
-Jack por favor, si eres tú dime algo...
Nada. Nadie responde. Se enciende la luz y hay una nota encima de la mesa.


''No llores más Charlotte que desde arriba te oigo. No dejes que la soledad se aferre a ti, y recuerda que siempre, incluso en la esquina mas fría de la ciudad estaré contigo. Coge tus viejos tacones de 15 centímetros, tu falda rockera y tus labios rojos, y llévalos a la calle; a vivir la vida. Vívela''.


Jack


Las lágrimas arañan con mas fuerza su rostro, aunque parte de ellas sean de felicidad. Piensa en Jack y el solo pensamiento le ilumina la mirada. Busca en su interior, busca en la habitación y busca en la soledad. Sonríe. Borra las heridas y apaga la luz. Poco a poco se consume con la oscuridad hasta desaparecer por completo. ''Te quiero Jack'', susurra.

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