Hoy comienzo un nuevo proyecto. Hace un mes y medio me inscribí en un campo de trabajo llamado 'DIVIERTETE', donde trabajaría de forma voluntaria. No sé que me espera a mi llegada al albergue situado en Benicassim, ni cómo serán los niños a los que cuidaré. Tampoco sé como me desenvolveré con 24 desconocidos, personas que nunca he visto y con las que nunca he tratado. No sé como reaccionaré ante algún problema o imprevisto, como será mi comportamiento con los niños ni como será el de ellos conmigo. No sé si hará frío o calor, si lloraré o sonreiré, si podré ser yo y gastar bromas y que la gente se ría o si por el contrario estaré cohibida y apagada. No sé si haré amigos que durarán mucho tiempo o simples conocidos que al finalizar la experiencia se quedarán en el recuerdo de ese campo de trabajo al que asistí en 2015 cuando tenía 21 años. Lo cierto es que no sé nada, solo sé la ilusión y ganas que tengo por comenzar y poder disipar todas esas dudas que acechan mi tranquilidad mientras estoy en el tren camino Benicassim. Solo espero que cuando llegue el día 10 de Abril vuelva satisfecha, satisfecha y enriquecida por la sonrisa y alegría de esos niños que no tienen las mismas oportunidades que tendrían otros muchos en España.
Cuando volví el 10 de Abril no me sentí como he descrito arriba. No me sentí como esperaba aquel 2 de Abril. Me sentí incluso mejor. Me siento diferente. Mejor quizás. El caso es que admiro a esos niños. Vienen a un sitio a una hora de su casa, sin sus padres, sin conocernos, y la mayoría sin conocerse entre ellos y son capaces de quererte, de dejarse querer, de disfrutar de los pocos días que tienen para hacer actividades. Me he dado cuenta de la inmensidad de su fortaleza, de su poder para cambiar el mundo, o lo que es lo mismo, de cambiarnos a nosotras para cambiar el mundo.