El dolor que produce la muerte es similar al que produce el desamor. Los ventrículos se agarrotan, la piel pierde su tesura, los músculos faciales la fuerza necesaria para sonreír y el corazón su columna vertebral. Cuando alguien muere, cuando una persona desaparece de la vida de otra la razón desaparece con ella, el vacío que deja es irreemplazable. Cuando una brecha se abre en el corazón todo es insuficiente. Cuando hay lagrimas que son vertidas por una pérdida, el dolor no acepta palabras sordas que dicta un corazón sano. Simplemente necesita ahogar su interior de ira, de melancolía... Necesita sustentarse de recuerdos, de esperanzas, del vacío que le acompaña las primeras horas. Por unos instantes sientes la muerte y el dolor al mismo tiempo. Sientes que quieres el sabor amargo de la ira que desprendían vuestras voces cuando os enfadabais y el aroma de vuestra piel cuando se eriza el corazón al rozaros. Es por ello que me parece injusto que la razón, de forma egoísta, pretenda entender los asuntos del corazón, porque ella no es la que se estremece por cada beso, por cada mirada, por cada suspiro de placer cuando silenciosamente ambos cuerpos se unen o por cada bombeo acelerado.
Caí en ello cuando un enorme hueco al otro lado de la cama me despertó. Resulta que, cuando un corazón muere, las alarmas se disparan. Y sin darnos cuenta, olvidamos que es la muerte la que muere sin corazón. Es ella quien, cansada de buscar consuelo en cualquier parte, en cualquier huésped, fallece buscando unas palabras tristes que inunden sus manos.
Y es que, ella era la espiral alrededor de la cual todo giraba. Si el amor es vivir, prefiero el desamor y morir. Muerto me sentiré saciado, feliz. Por primera vez no tendré que huir de esa felicidad que todos quieren inyectarme a la fuerza. No la necesito. Solo quiero morir tranquilo mientras vivo con mi corazón muerto. En el coche, de vuelta a casa pensé que quizás no era tan absurda la idea de que cada día convivimos con la muerte. Al fin y al cabo, cada paso, cada día, cada sonrisa, cada momento vivido, cada segundo nos acerca al fin... El fin.